jueves, 30 de octubre de 2008

HOMENAJE


Cuerpo, cuerpito, cuerpazo. Que me llevás a todas partes, que siempre aguantás otro postre, otro vino , una cuadra más. Que cargás con tantas madrugadas en vela, aún sabiendo que al otro día vuelta y dale, a patear las calles, estudiar, trabajar, a sacudir las penas y empezar de nuevo.

Cuerpo de buena salud, de buena leche, nunca me jugaste una mala pasada, ni siquiera cuando te castigué con dietas inútiles, con exceso de cansancio, con horas de calambre en la computadora.
Hoy te miraba en la ducha, bajo el agua y pensaba en esa primera vez en el amor, temblorosa.

Gracias por los sobresaltos, las corridas, la fiebre -que tantas batallas supo ganar- los chicles de banana, la tortilla de la abuela, el olor a café, las pestañas-barrera, el helado.

Y perdoná por todas estas cosas:
Las mordidas de lengua
La quebradura casi expuesta de cúbito y radio.
Los llantos reprimidos, que te llenaron de nudos la espalda.
Las ganas censuradas de ir al baño (cuando no eras oportuno)
Las veces que no te lavé los dientes.
La depilación.
Las gripes.
La sobreexposición solar.
Los cigarrillos.
Los tirones de pelo de algún peinado raro.
Los granitos apretados.
El alcohol.
Los golpes en el punto neurálgico del codo.
Otra vez el alcohol.
Los zapatos aguja.
Los jeans elastizados.
El piercing de nariz.

Y perdoná también por todas las veces que me quedaste chico y fantaseé cómo hubiera sido no tenerte, traspasarte y echar a volar.

Gracias por todo, cuerpo, pero sobre todo, gracias por el parto. Por el útero-hogar de mi bebé. Por esa casa que alojó la maravilla. Por pujar, pujar, pujar, heroicamente pujar, hasta convertirme en la hembra más fértil entre todas las hembras, el ser humano más valiente, el animal más poderoso, la madre más orgullosa del mundo.