Si mi garganta sonara sería un bandonéon en manos de un loco.
No es todo darling.
Lo que siento en mi cuello debe ser similar a lo que experimentan las gallinas cuando les retuercen el pescuezo previa cita con el puchero o el horno.
Atenti, espero que no sea la A, porque la gripe está declarada.
Así las cosas, té con leche con miel, bolsita de agua caliente y fiel al slogan de mi amigo el Topo Gigio "A-LA-CA-MI-TA"...
Y ahí viene Matteo con su "vuelo del águila" a arrojarse sobre mi humanidad cual gladiador alado. Aughhhhhhh.
-Dejá esa taza, mami, que te voy a hacer unos mimos.
El paraíso terrenal no puede tener otra consistencia que la de sus húmedos besos en mis mejillas afiebradas. Me prendo de su ofrenda como jubilada a la cartera a la salida del banco.
Con cuatro frazadas de testigo inventamos un juego. Él piensa una palabra y me dice con qué letra empieza y termina. Yo tengo que adivinar cuál es la palabra.
--Ojito ¿Eh? Si adivinás te pego --advierte.
Con tales reglas no hay demasiadas chances de aventurarse a la victoria, al menos no sin cierta tendencia al masoquismo. Como no adivino Matteo intuye que, por burra, me tiene que pegar igual.
-Momentito, Sr. Usted me engañó. Me dijo que iba a hacerme mimos y ahora me quiere pegar.
-Pero te hice mimos...
-Sí, sí, pero ahora me quiere surtir a palos.
-Y bueno, Ani, así es la vida...