lunes, 20 de octubre de 2008

AGARRATE CATALINA. PARTE III.




-Papá, no me alcanzan los pañuelos del mundo para limpiarme los mocos después de tu carta,- le dije en un SMS.
No me salían las palabras para llamarlo.
Minutos antes me había dado en mano un sobre que en el dorso decía "Agarrate Catalina. Parte III"
Mi papá, mi valiente papá, me confesaba en una carta de su puño y letra que valía la pena haber luchado por sobrevivir, que por mí se había sentido muchas veces como Don Quijote montado sobre Rocinante, luchando contra la muerte.
El pasó años en diálisis y recibió la donación de dos órganos, uno de los cuales su cuerpo rechazó y otro, que le dio el sí definitivamente.
Cuando escribí Agarrate catalina, se inspiró y largó todo.
Decidí publicar la carta para aquellos que pasaron por algo similar y por su valor literario.
Porque él lo cuenta maravillosamente.
CARTA DE MI PAPA

Y… la respuesta no se hizo esperar.

Traté por todos los medios de responderte o escribirte por la Web, pero me perdí entre arrobas, guiones bajos, enteres, pestañas y hot meils. Y no, la tecnología me superó, entonces pensé: le mando señales de humo, no, muy antiguas ¿Palomas mensajeras? No, ya nadie las cría, entonces recurrí a la vieja Bic.
Te tengo en la memoria cuando naciste y te vi el huevo en la cabeza ¡Qué miedo! ¿Quedará así? Me pregunté para mis adentros.
Recuerdo tu chuflín que agarraba de forma tirante tres pelos, y yo pensaba ¡esta nena cuando sea grande va a ser pelada!
Como vos sabés, no fue fácil mi vida, tuve que pelearla, desafiarla, ganarle a veces, empatarle otras, pero siempre con un pensamiento, “tengo que ver crecer a mi hija”, era lo único que pedía, más allá del dolor de mi carne, de las agujas, de los puntos, más allá de todo, vos fuiste mi motor de búsqueda y mi combustible para seguir peleando, para soportar esas largas noches de hospitales, con olor a desinfectantes, frías, tenebrosas, oscuras.
A veces por las noches, no podía dormir y salía a caminar (cuando podía) por los pasillos desiertos, oscuros, largos y silenciosos como si la muerte anduviera merodeando y escondiéndose en las sombras, y se me ocurría que así deberían ser los pasillos del infierno. Pero entonces inmediatamente pensaba en vos, en tus rulos forzados por las trenzas hechas con la cabeza recién lavada, y volvía a levantar la guardia, a revestir mi cuerpo con metal ¡y que vengan las agujas! Me sentía Don Quijote montado en Rocinante, volvía a la pieza y me dormía hasta que alguna enfermera hincha pelotas venía de madrugada a tomarme la fiebre, la presión, cambiar el suero, ponerme una enema, el papagayo ¡Todo al mismo tiempo y por agujeros equivocados! Y soltaba la preguntita ¿Cómo andamos? ¡Como la mierda andamos! le contestaba.
Cuando andaba bien y salía a pasear paraba en todas las jugueterías, mirando monos, lupas, muñecas patas largas (¡qué feas eran!) y me decidí por la lupa no sólo porque te la había prometido sino para que pudieras ver más grande cuanto era (y es) mi amor por vos.
Después de muchas idas y venidas, ya medianamente curado, empecé a tratar de recuperar mi vida, no fue fácil, me sentía un extraño en mi casa, y comenzaba otra lucha, la de alejar la espada que me tuvo contra la pared tanto tiempo y me decía: ¡Da un paso adelante!
A veces la vida te hace rebotar como pelotita de ping pong, para un lado y para otro, y es uno el que tiene que elegir, podés entregarte y dejar de sufrir o dar pelea, no por uno, que ya todo le da lo mismo sino por su familia, su esposa, su hija, llegás a un punto en que el camino se hace una “Y”, y te confieso que estuve muchas veces por tomar el equivocado.
Me perdí gran parte de tu infancia, gran parte de mis mejores años y siento hasta el día de hoy una gran bronca, pero ya está.
Y después empiezan las recompensas. Primero ¡otro hijo!, flaco como lombriz fajada primero, pero luego de 36.000 hlts de gota Doce suministrados por su preocupada madre, pasó a ser un monstruo depredador de heladeras y kioscos, y parece mentira lo que salió de la mezcla, hoy casi un hombre, con un corazón grande como una casa, cariñoso y buen hijo, la vida me recompensó con lo más lindo ¡Dos grandes hijos llenos de amor!
Después ni te cuento lo viejo y feliz que me sentí cuando nos dijiste que seríamos ABUELOS ¡¿Abuelos?! Pensé yo, joder como pasa el tiempo.
Y llegó el mentado “rusito” y uno no puede describir cuan grande es el amor que se siente por ese pedacito de carne envuelto en una gorra multicolor con una rana verde gigante que más que croar parecía eructar.
Lo bueno de los hijos cuando tienen los propios es que ahí empiezan a comprender lo que sentimos por ellos.
Querida hija, quiero agradecerte por haber esperado a papá que vuelva sanito, no me arrepiento de mi lucha por sobrevivir y lo que me perdí cuando eras nena, lo recupero ahora al ver la gran mujer que sos, estoy muy orgulloso de vos y siento que nuestra sangre corre por tus venas y las de tu hijo y me quedo tranquilo porque nuestro paso por el mundo queda en buenas manos, bien representado.

TE AMA CON TODO SU SER
PAPÁ.
18/10/2008
1:55 p.m.