sábado, 15 de diciembre de 2012

Bebé Renata

Con tu buzo de plush violeta con un pajarito patalarga con chupete que había elegido para vos cuando todavía eras un poroto en panza de tu mamá, ahí estabas Renata, en la terminal de colectivos de Neuquén. Te besé y entre tu sueño y mi suspiro bailaron y desfilaron millones de duendes que salieron detrás de quién sabe cuántos árboles escondidos en los bosques del puro amor, tan parecido al puro sol, a la pura agua, al puro ser. Los duendes que velan tu sueño festejaron nuestro reencuentro –porque de algún lado ya nos conocíamos Renata—con tambores y platillos y me entregué con asombro a la magia de tenerte en brazos por primera vez, al romance de sentir crecer en mi respiración las mariposas que seguramente liberaste en un bostezo.
Te quiero bebé de mi alegría. Bien-venida Renata. Hoy y siempre. La tía no tiene más que unas pocas certezas para darte pero entre esas pocas está mi promesa de amor. Si algo quisiera que sepas es que contás conmigo. Si algo quisiera regalarte es un milagro. Si de la vida pudiera decirte algo es que te pertenece.