Cuando tirás el auto contra el cordón de una calle cualquiera para desparramarte en llanto sobre el volante, es porque duele mucho. Duele en el corazón, que no es ningún músculo bobo.
Mi mente le explica, trata de hacerle comprender, intenta convencerlo, lo reta, lo sacude. Y es peor. Mi cabeza cuelga sin protocolos en el hueco de mis antebrazos. No existe nada en el mundo más que mi llanto.
No quiero llegar a casa porque no vas a estar para recibirme con tu cuerpo macizo y movedizo, no te vas a colar por el portón para atribuirte la postestad de algún huesito del perro del vecino, no vas a molestar a Silvestre, que seguirá repitiendo frases desde su encierro plumado pero ahora sin entender qué pasó con su archienemiga, por qué ya no viene a entretenerlo en esos rituales de cacería frustrada en que él te picoteaba y vos lo olfateabas y se repelían casi con cariño porque en el reino animal los odios y los amores son tan sencillos.
Por eso mi amor hacia vos era sencillo. Simplemente estabas en mi vida.
No pudiste aguantar, gordita. Yo te pedía que aguantes, rezaba sobre tu cuerpo caliente, te miraba para que no te fueras, me clavaba en tu sufrimiento para no dejarte sola en eso que me imaginaba, era tu despedida. Me parecía que si te miraba podía retenerte.
Te decía todo está bien, te mentía de la manera más humana posible para que me creyeras, mientras tu corazón se extenuaba y tus pulmones se desinflaban. Sostenía tu pata esperando el milagro y te decía “Ahora viene Anita, mi amiga Anita, la veterinaria, te lleva en la camilla y te vas a poner bien. Aguantá, gordita.” Pero no aguantaste más y ahora tengo que soltarte.
Le dije a Matteo que seguramente estás en el cielo, que allá todo es lindo, que tenés mucho pasto, que vas de nube en nube, liviana. Ojalá sea cierto. Jurame que cuando te reencarnes vas a venir a visitarme y vas a hacérmelo saber.
Sé que luchaste hasta el final. Querías quedarte a cuidarnos, a rezongar por la incorporación de Pompón al territorio hasta entonces exclusivo de tus mimos, a babear a los invitados con impunidad. Te quiero, gorda.
Dondequiera que tu alma se vaya, que se filtre alguna vez en mis sueños para volver a sentir tu olor, para no olvidar el anormal ritmo agitado de tu respiración, tu nariz chata apoyada en la mía, momento en que sentía que los probelmas no existían, porque vos, representante del reino natural en su expresión canina me confirmabas que la vida era todo fluir en ese acto espontáneo de amar sin pedir nada a cambio.
miércoles, 28 de diciembre de 2011
domingo, 6 de noviembre de 2011
miércoles, 14 de septiembre de 2011
domingo, 11 de septiembre de 2011
Matteísmo
--Mamá…me contás una historia de animales como las de Animal Planet? ¿Te acordás la del tigre que atacó al nene? ¿Cómo hizo?
--Es que antes las casitas no estaban una al lado de la otra, como hoy. Había mucho espacio entre una y otra. Y muchos animales sueltos. Y un día un tigre atacó a un nene en el patio de su casa…pero por suerte logró salvarse.
--¿Y qué le hizo?
--Apenas le mordió la mano…se ve que no lo quería lastimar.
--¿Cuántos años tenía?
-- Tendría cinco…
--Ah, claro…no se pudo defender –silencio reflexivo-- Yo si veo un tigre…salgo cagando.
--Es que antes las casitas no estaban una al lado de la otra, como hoy. Había mucho espacio entre una y otra. Y muchos animales sueltos. Y un día un tigre atacó a un nene en el patio de su casa…pero por suerte logró salvarse.
--¿Y qué le hizo?
--Apenas le mordió la mano…se ve que no lo quería lastimar.
--¿Cuántos años tenía?
-- Tendría cinco…
--Ah, claro…no se pudo defender –silencio reflexivo-- Yo si veo un tigre…salgo cagando.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Camino
no podía salir de mí
porque no podía saber donde estaba yo
trabalenguas
traba-almas
un dador de razón
para esta fatigada
materia gris
si así no fuera
se ruega el coraje
de bajar al corazón
y con cintas de colores
remontarlo
las cintas pueden ser a lunares
cuento dos millones de noches en vela
exagero
voy tejiendo en mis ojos un camino que termina hoy
hasta mañana
sábado, 27 de agosto de 2011
La que baila
tengo una huella digital
en un sobre blanco
estirada
para que no se arrugue
finamente
la pinto en el suelo
y me paro en su centro
giro sin pisar
otra marca
que no sea
la de mis surcos
giro,
giro
y río
empiezo a saltar
en mí
abro la ventana
soy la que baila
viernes, 26 de agosto de 2011
Vaquitas
y termina en los dedos de mis manos
estiradas al cielo
mis uñas están despintadas
pero me gusta
como lucen al sol
diez vaquitas
de San Antonio
una por dedo
una por deseo
deseo diez deseos
cada día
y cuando me excedo
lluvia de vaquitas
por suerte
no llevo paraguas
sábado, 13 de agosto de 2011
Sueños de una noche...
Ronnie Warner, en su versión de “La Noche Estrellada"
En verano la noche es un país sin fronteras por el que entro y salgo como de una casa con jardines. El aire me toma y de pronto soy la Monroe con su vestido soplado. En sintonía con los bichos que pululan tras su aburrido anonimato invernal, me siento parte de algo grande.
Entro por ventanas encendidas, ceno menús mediterráneos, me sirvo de los más adornados postres y hago el amor con el deseo. Esto y todo, mientras camino por avenidas ruidosas y subo a patinetas de colores que me llevan a mundos que Alicia no imaginaría.
Si estoy frente al mar, el paisaje me desviste hasta dejarme hecha un alma, un humo que se agiganta y comprime al ritmo en que respiran las olas. Recostada en la arena me disparo al universo como pájaro que acaba de descubrir el cielo.
Con un estado ortográfico de puntos suspensivos voy saltando y escapando de la corsetería barata de las publicidades. El amor se estira en mí como una masa esponjosa y no puedo más que sentir que un millón de vidas ancestrales han venido a resumirse acá, en mi latido.
jueves, 11 de agosto de 2011
Celebraciones y honestidad brutal

Hace preguntas que no tienen nada que ver con la tarea, se distrae y compite con su amiguito --que está con otra "seño"-- a quién termina primero. Al fin, se va una unidad.
-¡Terminé! ¡Terminé! -grita al tiempo que le refriega la hoja por la cara a su contrincante- ¿Ves? ¡Tengo más CELEBRO que vos!
Al rato...
-¿Tenés novio? ¿Cuántos años tenés? --me dispara.
- No tengo, ni ando buscando ¿Por?
- Ah... -decepcionado- Quería presentarte a mi hermano más grande, de veinte.
- Ey...yo tengo treinta y dos.
- ¡Ah, no! ¡Entonces no! Sos re vieja.
lunes, 18 de julio de 2011
Matteísmos...
El tiempo pasa...
Primer grado. Dictado. La palabra es Mario. Mi amiga María Eugenia fisgonea mi cuaderno.
-Lo escribiste mal, va con acento en la i -susurra.
-¡No! Va sin acento -le aseguro- si no sería Marío -hago hincapié en el acento.
- ¿Entonces por qué María sí lleva acento?
Confundida y con poco tiempo para reflexiones, le enchufo una tilde a la i de mi Mario y entrego la hoja mientras que mi amiga, también en duda, borra la tilde de su Marío y se saca un diez.
La anécdota pasa de largo como tren de carga por la cabeza de Matteo que parece concentrado en otros pensamientos, aunque escucha. Días después, mientras le hago cosquillas...
--¡Pará! ¡Pará o le digo a tu seño que te copiaste de tu amiga!
--Uhhhhhhhh, Matteo, eso fue hace un montón...
-- Tenés razón. Tu seño ya debe estar muerta ¿no?
Palabras que dan risa
Matteo se ríe solo en la cocina.
--¿De qué te reís hijito?
-- De un nene de la escuela.
-- ¿Y qué pasó con ese nene?
-- Tenía un aliento horrible.
-- ¿Y?
-- Le pregunté que había comido y me dijo "porotos"...
Primer grado. Dictado. La palabra es Mario. Mi amiga María Eugenia fisgonea mi cuaderno.
-Lo escribiste mal, va con acento en la i -susurra.
-¡No! Va sin acento -le aseguro- si no sería Marío -hago hincapié en el acento.
- ¿Entonces por qué María sí lleva acento?
Confundida y con poco tiempo para reflexiones, le enchufo una tilde a la i de mi Mario y entrego la hoja mientras que mi amiga, también en duda, borra la tilde de su Marío y se saca un diez.
La anécdota pasa de largo como tren de carga por la cabeza de Matteo que parece concentrado en otros pensamientos, aunque escucha. Días después, mientras le hago cosquillas...
--¡Pará! ¡Pará o le digo a tu seño que te copiaste de tu amiga!
--Uhhhhhhhh, Matteo, eso fue hace un montón...
-- Tenés razón. Tu seño ya debe estar muerta ¿no?
Palabras que dan risa
Matteo se ríe solo en la cocina.
--¿De qué te reís hijito?
-- De un nene de la escuela.
-- ¿Y qué pasó con ese nene?
-- Tenía un aliento horrible.
-- ¿Y?
-- Le pregunté que había comido y me dijo "porotos"...
viernes, 15 de julio de 2011
Equilibrio
en mi infancia
coleccionaba frascos
cascarudos y lombrices
algunos con hormigas
también germinadores
eran mis elegidos
la mayoría de los bichos
moría
de asfixia
o aislamiento
eso sí
bien nomencladitos
hoy abrí todos los frascos
jueves, 7 de julio de 2011
Una de cal... (Sabiduría Matteísta)
Si mi garganta sonara sería un bandonéon en manos de un loco.
No es todo darling.
Lo que siento en mi cuello debe ser similar a lo que experimentan las gallinas cuando les retuercen el pescuezo previa cita con el puchero o el horno.
Atenti, espero que no sea la A, porque la gripe está declarada.
Así las cosas, té con leche con miel, bolsita de agua caliente y fiel al slogan de mi amigo el Topo Gigio "A-LA-CA-MI-TA"...
Y ahí viene Matteo con su "vuelo del águila" a arrojarse sobre mi humanidad cual gladiador alado. Aughhhhhhh.
-Dejá esa taza, mami, que te voy a hacer unos mimos.
El paraíso terrenal no puede tener otra consistencia que la de sus húmedos besos en mis mejillas afiebradas. Me prendo de su ofrenda como jubilada a la cartera a la salida del banco.
Con cuatro frazadas de testigo inventamos un juego. Él piensa una palabra y me dice con qué letra empieza y termina. Yo tengo que adivinar cuál es la palabra.
--Ojito ¿Eh? Si adivinás te pego --advierte.
Con tales reglas no hay demasiadas chances de aventurarse a la victoria, al menos no sin cierta tendencia al masoquismo. Como no adivino Matteo intuye que, por burra, me tiene que pegar igual.
-Momentito, Sr. Usted me engañó. Me dijo que iba a hacerme mimos y ahora me quiere pegar.
-Pero te hice mimos...
-Sí, sí, pero ahora me quiere surtir a palos.
-Y bueno, Ani, así es la vida...
viernes, 3 de junio de 2011
La Ella que no es Yo
se despegan las espaldas
y empezamos a caminar
en direcciones opuestas
mi corazón
marca los pasos
Ella es Yo
Yo soy Ella
sin embargo
en la vuelta final
Ella es la única que cae
se desploma
mientras que Yo sigo en pie
sin siquiera
concederle
una última mirada
una última mirada
antes que la tierra
la bautice de olvidos.
lunes, 30 de mayo de 2011
Péinate y anda
Cuando la tarde gris, fría y con amenaza de lluvia, no se ajusta a las expectativas que tenías sobre ella, hay que inventar.
Así que tras calzarme los patines eché a andar.
La pista circular al aire libre no estaba lo que se dice concurrida. Solo un Sr. Ciclista formaba parte de mi coreografía improvisada.
Al principio fue como siempre: impedida de atender otro asunto que no fuera mi cuerpo y su precario equilibrio, intenté controlar los furcios.
Delante y en curvas, el gris. Arriba, verde y mojado. Había empezado a lloviznar.
Pie va, brazos vienen, minutos más tarde era Natalie Portman en el Cisne Negro –claro que, objetivamente, mis movimientos eran más similares a los de un bailarín sin muchos reflejos ensayando los pasos de alguna rara danza nueva.
Así las cosas me complacía imaginar que el Sr. Ciclista, con su casco y sus calzas, disfrutaba tanto como yo del paisaje, de su respiración y que hasta, tal vez, repetía para sí alguna canción mientras le ganaba interiorimente una pulseada a la llovizna.
Pero mi sueño de armonía se derrumbó al mismo tiempo que mi anatomía rebotaba varias veces contra el cemento antes de quedar en una posición final digna del kamasutra.
El Sr. Ciclista pasó tan rápido por el bulto amorfo que significaba mi cuerpo que no alcanzó a frenar –por un momento pensé que había obrado aconsejado por la sabia vergüenza ajena.
El intento por reincorporarme fue menos decoroso que torpe pero no hubo testigos oculares.
Una vez con los sentidos en su lugar me pasé la mano por el pelo suelto que a esta altura era una especie nido, me sacudí un poco y eché a andar como si nada.
Así estaba, remando para volver a lo de Natalie Portman cuando escuché a mi espalda una voz que debía ser la del Sr Cicilista –y efectivamente lo era.
--Veo que estás bien. ¡Sos dura! –dijo, y pasó como un rayo.
Si supieras cuántas veces me caí, Sr. Ciclista.
Pero siempre me piené, me acomodé un poco y como fuera, volví a la pista.
En ese orden.
sábado, 14 de mayo de 2011
Pequeñas inquietudes
I
El pequeño era uno con su pierna-mamá y no había caso. Ella le pidió, le explicó, le ordenó, le gritó que la soltara --en ese orden. Pero el monito, colgado de su pierna-rama, entró con ella al baño. Cuando mamá se sentó en el inodoro a hacer pis, él observó todo con indisimulada curiosidad hasta que...post higiene materna sobrevino su cara de pánico.
-- ¡Mamá! ¿Por qué te sacaste el pitooooo?
II
Matteo --6 años-- se baña con espuma. Se recuesta sobre las burbujas y mira su cielo blanco algo descascarado desde la bañera. Sus profundos ojos negros hacen contraste.
--¿Sabés, mamá...? Cuando iba al jardín me gustaba una nena que se llamaba Yanina. Y ahora me gusta otra, pero de verdad. Porque antes, cuando era chiquito, no entendía nada... No sabía nada del amor.
III
El pediatra se asoma a la sala de espera para anunciar el próximo turno. Entonces ve a una mini ricitos de oro, con un caramelo en la boca.
--Te estás comiendo otro caramelo y a mí no me convidaste ninguno...
--¡¡No!! Te hace mal a la panza, doctor.
El pequeño era uno con su pierna-mamá y no había caso. Ella le pidió, le explicó, le ordenó, le gritó que la soltara --en ese orden. Pero el monito, colgado de su pierna-rama, entró con ella al baño. Cuando mamá se sentó en el inodoro a hacer pis, él observó todo con indisimulada curiosidad hasta que...post higiene materna sobrevino su cara de pánico.
-- ¡Mamá! ¿Por qué te sacaste el pitooooo?
II
Matteo --6 años-- se baña con espuma. Se recuesta sobre las burbujas y mira su cielo blanco algo descascarado desde la bañera. Sus profundos ojos negros hacen contraste.
--¿Sabés, mamá...? Cuando iba al jardín me gustaba una nena que se llamaba Yanina. Y ahora me gusta otra, pero de verdad. Porque antes, cuando era chiquito, no entendía nada... No sabía nada del amor.
III
El pediatra se asoma a la sala de espera para anunciar el próximo turno. Entonces ve a una mini ricitos de oro, con un caramelo en la boca.
--Te estás comiendo otro caramelo y a mí no me convidaste ninguno...
--¡¡No!! Te hace mal a la panza, doctor.
lunes, 2 de mayo de 2011
Amor en lista de espera
pelo negro
ojos negros
lienzo sin pintor
con los sentidos huracanados
se desmayó
en la guardia
en brazos de un pelirrojo
enfermero
que parecía un pájaro
el silencio era
ni siquiera el de los muertos
el de los tristes
toses
goteos
chirridos metálicos
en los pasillos
apellidos con hambre de un parte
aliento
un hachazo
cualquier cosa
antes que el silencio
de los tristes
el café de máquina
en la boca
como una pequeña
pobre fe
cuando despertó
el pájaro colorado estaba ahí
en la punta de la rama-cama
necesita suero
dijo
un corazón,
respondió pelo negro
ojos negros
literalmente
dijo
y él entendió que no bromeaba
se sacó una pluma
y rozó su nariz
sus labios
su esperanza
ojos negros
lienzo sin pintor
con los sentidos huracanados
se desmayó
en la guardia
en brazos de un pelirrojo
enfermero
que parecía un pájaro
el silencio era
ni siquiera el de los muertos
el de los tristes
toses
goteos
chirridos metálicos
en los pasillos
apellidos con hambre de un parte
aliento
un hachazo
cualquier cosa
antes que el silencio
de los tristes
el café de máquina
en la boca
como una pequeña
pobre fe
cuando despertó
el pájaro colorado estaba ahí
en la punta de la rama-cama
necesita suero
dijo
un corazón,
respondió pelo negro
ojos negros
literalmente
dijo
y él entendió que no bromeaba
se sacó una pluma
y rozó su nariz
sus labios
su esperanza
jueves, 14 de abril de 2011
Acertijo
Todo comenzó así, con algo en la garganta, una molestia que no era picazón, ardor, ni dolor y que se parecía mucho a un ahogo sin espasmos, imperceptible a la mirada ajena.
Algo silencioso y continuo que, aunque con dificultad, me permitía respirar. No me había atragantado con un huesito de pollo, espina o cosa que se le parezca, sin embargo.
Tampoco era fruto de mi alergia natural a ciertos naturales verdes que me acecha en plazas, parques, patios de luz con plantitas y bosques del sur.
Abrí la boca como para tragarme el espejo y observé mis cuerdas vocales. Sin ser médica, intuí que todo estaba en su lugar y gozando de colores standard.
La campanilla se veía saludable en su húmeda trinchera. Me saludaba cual Heidi desde la cabaña del abuelo.
Traté de olvidar la molestia ocupándome en ciertos menesteres domésticos y otros: sacudí un sillón, preparé unos mates, leí un poco y hasta dejé que la crema de enjuague actuara en las puntas todo el tiempo que aconsejaba el envase, durante la ducha. Distractivos, todos, poco eficaces.
La cosa seguía ahí.
Pasaron más noches que días y yo seguí acarreando mi vano intento de hallar la causa de tal sentimiento de atore.
Hasta que puse en el campo de batalla todos los soldados. No más sacudir sillones. Abrí nuevamente la boca frente al espejo y, esta vez, ya sin antojo de evasivas, busqué el verdadero causante del síntoma que empezaba a treparse a mi mirada y a propagarse como una maleza.
Entonces advertí en mi garganta algo símil patita de mosca. Suavemente y evitando la arcada, la tomé entre mi índice y mi pulgar, como si de aquella pinza dependiera el descubrimiento de alguna importante vacuna.
Tiré apenas para comprobar la resistencia del hallazgo. Un poco más y aquello, no sin cierta tensión, empezó a salir.
De repente, para mi asombro, la símil patita de mosca se transformó en una letra, que al brotar a la superficie delató la presencia de otra, y esa de otra, y así. Una cadena de letras que saqué de mi boca como un mago su pañuelo.
Todavía no podía creer lo que estaba sucediendo cuando la panza de una O destapó por competo mi obstrucción. Serían algo más de una docena. No estaban todas las del abecedario. Y había algunas desconocidas.
Respiré con alivio mientras la serie de confusas grafías serpenteaban eslabonadas en mis manos temblorosas.
Desde entonces –hace siglos, a mi pesar-- armo crucigramas, anagramas, versos, canciones, poemas, grafitis, documentos, con la ilusión de que, algún día, o madrugada, me sorprenda habiendo comprendido qué –por fin-- quiero decirme.
Algo silencioso y continuo que, aunque con dificultad, me permitía respirar. No me había atragantado con un huesito de pollo, espina o cosa que se le parezca, sin embargo.
Tampoco era fruto de mi alergia natural a ciertos naturales verdes que me acecha en plazas, parques, patios de luz con plantitas y bosques del sur.
Abrí la boca como para tragarme el espejo y observé mis cuerdas vocales. Sin ser médica, intuí que todo estaba en su lugar y gozando de colores standard.
La campanilla se veía saludable en su húmeda trinchera. Me saludaba cual Heidi desde la cabaña del abuelo.
Traté de olvidar la molestia ocupándome en ciertos menesteres domésticos y otros: sacudí un sillón, preparé unos mates, leí un poco y hasta dejé que la crema de enjuague actuara en las puntas todo el tiempo que aconsejaba el envase, durante la ducha. Distractivos, todos, poco eficaces.
La cosa seguía ahí.
Pasaron más noches que días y yo seguí acarreando mi vano intento de hallar la causa de tal sentimiento de atore.
Hasta que puse en el campo de batalla todos los soldados. No más sacudir sillones. Abrí nuevamente la boca frente al espejo y, esta vez, ya sin antojo de evasivas, busqué el verdadero causante del síntoma que empezaba a treparse a mi mirada y a propagarse como una maleza.
Entonces advertí en mi garganta algo símil patita de mosca. Suavemente y evitando la arcada, la tomé entre mi índice y mi pulgar, como si de aquella pinza dependiera el descubrimiento de alguna importante vacuna.
Tiré apenas para comprobar la resistencia del hallazgo. Un poco más y aquello, no sin cierta tensión, empezó a salir.
De repente, para mi asombro, la símil patita de mosca se transformó en una letra, que al brotar a la superficie delató la presencia de otra, y esa de otra, y así. Una cadena de letras que saqué de mi boca como un mago su pañuelo.
Todavía no podía creer lo que estaba sucediendo cuando la panza de una O destapó por competo mi obstrucción. Serían algo más de una docena. No estaban todas las del abecedario. Y había algunas desconocidas.
Respiré con alivio mientras la serie de confusas grafías serpenteaban eslabonadas en mis manos temblorosas.
Desde entonces –hace siglos, a mi pesar-- armo crucigramas, anagramas, versos, canciones, poemas, grafitis, documentos, con la ilusión de que, algún día, o madrugada, me sorprenda habiendo comprendido qué –por fin-- quiero decirme.
![]() |
El misterio del niño muerto, de la artista argentina Flavia Da Rin |
martes, 12 de abril de 2011
Crisálida
![]() |
Crisálida, de Pablo Santín, artista marplatense. |
Esta opresión.
Este ardor.
Esta furia que escupe los dientes.
Y entonces,
los ojos,
como dos luciérnagas
que sacuden el lodo.
Sin noche
no habría faros.
¿Por qué se contiene?
¿Por qué no revienta en estrellas, en insectos, en lo que sea que cobije?
Una herida purulenta
puede también contener una crisálida.
¿Algunos ojos más lúcidos verán asomar la mariposa?
viernes, 25 de marzo de 2011
Un problemita
La verdad es que yo no quiero, pero ella se lo busca. Me da letra. No puede ser tan, pero tan.
A veces pienso cómo salí, si no cuerda, por lo menos con todos los órganos en su lugar, de la infancia.
O es que mi madre está gagá desde hace poco, o es que, desde hace poco, me doy cuenta.
Estas dos frases, por ella pronunciadas, son un claro testimonio de lo que vengo diciendo (por si alguien no entendió)
--Qué lástima, al final, por tanto dar vuelta para sacar la entrada, me perdí el recital de SABRINA...
--¿Y? ¿Qué tal eso de salir a andar en ROCKLETS?
Para quien necesite más pruebas condenatorias, acá y acá podrán encontrarlas.
lunes, 14 de marzo de 2011
AGÜELA
Hay una dama inmortal que no puede ser más linda.
Aquella noche, en que cumplía 75 jóvenes años, pedí silencio y le leí estas palabras.
De mi abuela me gusta su alegría
sus soleras floreadas
sus labios pintados de coral
que huele siempre a recién bañada
sus tortillas
su compulsión por comprar cualquier cosa
--a cualquier precio--
a los vendedores ambulantes
sus tés de yuyos para mis panzas malas
su mano para curar el empacho
su voz quebrada para los tangos tristes
su pañuelo mojado sobre el cuello en las tardes de verano
su casa fresca a la hora de la siesta
sus anillos aparatosos
sus mates dulces
su heladera llena
su liderazgo vecinal
sus camisones rosas
sus acolchados peludos
su cara desorientada cuando recién se despierta
su costumbre de regalar repasadores
su manera encarnizada de mirar telenovelas
su fuente de fideos con tuco.
Ella, me gusta ella.
Feliz vida, reina!
lunes, 7 de marzo de 2011
Malabares
Hago malabares con incendios
los pateo y meto goles imposibles en arcos oxidados.
Luego salgo corriendo para que no me alcancen.
De un salto estoy en mi cielito de adentro
donde puede que esté nublado
o se haya activado la alarma antincendios
--y esté lloviendo--
--y esté lloviendo--
pero se sabe que,
de un momento a otro,
los gallos cantarán
y los anillos volverán a pasear a sus abejas.
lunes, 21 de febrero de 2011
Lunares
Aquella noche bajé la luna.
No me costó nada,
estiré los brazos y se la quité al cielo como botón de un viejo saco.
Blanca y perfecta como una novia triste
como un pan leudado y silencioso
ahí estaba mi luna
sobre una arena pálida
sin alguien que supiera hacer alguna otra cosa que adorarla
o sentarse a pensar en su belleza.
Siglos después de contemplarla,
la revoloteé
nadé a su alrededor en la arena caliente
creándole anillos de Júpiter,
entré y salí por sus ojos desiertos como una lombriz luminosa
fosforescí
y me quedé a dormir en su boca más desnutrida
un agujero donde, sin embargo, hasta el frío era cálido.
Cuando desperté,
la marea nos había arrastrado
con su lengua de travesuras
hasta el ombligo del océano
que es, a la vez, el centro del verano
y así anduvimos
contando las arrugas
los naufragios
borrachas de profundidad desde la superficie.
martes, 15 de febrero de 2011
En el camino
Las habitaciones son frescas en verano y con coloridos cubrecamas artesanales que huelen a historia, en el invierno.
Cuando abrís la ventana entra el mundo.
Yo sé que algún día voy a llegar. Mientras tanto voy pisando las uvas del incierto camino para no olvidar que bajo mis pies el suelo fluye como el vino a las copas.
martes, 8 de febrero de 2011
Elocuencia
Cada mil y una horas
minuto más, ocaso menos
cito a mi alma
en bares de buena muerte.
Pido dos tragos bien cargados
y le pregunto sin rodeos, como los guapos de antes, le pregunto
qué carajo querés de la vida
alma
almita
pero ella enseguida llora
se desahucia
me dice que si supiera
se enreda el pelo en los dedos
y pierde su mirada en algún bicho que vuela
o que camina en el mantel.
minuto más, ocaso menos
cito a mi alma
en bares de buena muerte.
Pido dos tragos bien cargados
y le pregunto sin rodeos, como los guapos de antes, le pregunto
qué carajo querés de la vida
alma
almita
pero ella enseguida llora
se desahucia
me dice que si supiera
se enreda el pelo en los dedos
y pierde su mirada en algún bicho que vuela
o que camina en el mantel.
Le digo
ponete de acuerdo
todo no se puede
todo es una palabra
todo
y ella se queda callada
con esos ojos tan de caída por el precipicio
que dan vértigo.
Sé que mientras yo le hablo
rueda
piensa en hipocampos
canta
dibuja pecas a las casas tristes
y les inventa una entrada con colchones de tréboles de cuatro hojas (y cuatro ojos)
cualquier cosa antes que escuchar las cuerdas
las cadenas
Entonces grito “¡Otra ronda que la casa invita!”
aflojo las muelas
bajo los hombros
dejo subir las burbujas
y tres o cuatro vasos más tarde
la cosa va queriendo.
ponete de acuerdo
todo no se puede
todo es una palabra
todo
y ella se queda callada
con esos ojos tan de caída por el precipicio
que dan vértigo.
Sé que mientras yo le hablo
rueda
piensa en hipocampos
canta
dibuja pecas a las casas tristes
y les inventa una entrada con colchones de tréboles de cuatro hojas (y cuatro ojos)
cualquier cosa antes que escuchar las cuerdas
las cadenas
Entonces grito “¡Otra ronda que la casa invita!”
aflojo las muelas
bajo los hombros
dejo subir las burbujas
y tres o cuatro vasos más tarde
la cosa va queriendo.
Al emprender la retirada
ya me siento en sintonía con el universo,
con el vecino que sale a pasear a su perro y a comprar el diario
con los árboles torcidos
con las hamacas de colores de la plaza vacía
con los quiosqueros que levantan las persianas de chapa
con el piso que se mueve (ese techo bajo mis pies)
con las botellas vacías y los filtros de los puchos en el cordón
con los pulgosos puro perro que me siguen
con las piedras que configuran esta: mi constelación urbana post cita con el sinsentido.
ya me siento en sintonía con el universo,
con el vecino que sale a pasear a su perro y a comprar el diario
con los árboles torcidos
con las hamacas de colores de la plaza vacía
con los quiosqueros que levantan las persianas de chapa
con el piso que se mueve (ese techo bajo mis pies)
con las botellas vacías y los filtros de los puchos en el cordón
con los pulgosos puro perro que me siguen
con las piedras que configuran esta: mi constelación urbana post cita con el sinsentido.
Mi alma me acompaña hasta las sábanas
me acuesta
y se asegura de que no me quede un brazo colgando
o una pierna
(es muy sensible para estas cosas)
y se vuelve al bar sabedora de que
cuando despierte y vea en el espejo la cara de alguien sin alma,
voy a llamarla a gritos
aunque más no sea para convencerla
de la elocuencia
de una próxima cita.
me acuesta
y se asegura de que no me quede un brazo colgando
o una pierna
(es muy sensible para estas cosas)
y se vuelve al bar sabedora de que
cuando despierte y vea en el espejo la cara de alguien sin alma,
voy a llamarla a gritos
aunque más no sea para convencerla
de la elocuencia
de una próxima cita.
miércoles, 26 de enero de 2011
Nora Roca canta:"A Leif Larsen"
Leif era un viejo pescador de Monte Hermoso que vivía de lo que pescaba e iba en contra de la corriente de las normas sociales. Muchos no simpatizaron con él. Otros muchos lo amaron.
Esta voz whitense del tango, Nora Roca, interpreta su versión, letra de un hombre bellísimo: Carlos Ceretti.
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